Los hermanos Wright no fueron los primeros en pensar en la construcción de una máquina capaz de volar. Muchos antes que ellos habían diseñado aparatos teóricamente capaces de mantenerse en el aire de forma estable. A menudo se trataba de artefactos diseñados a partir de la observación del vuelo de las aves.
El precedente más famoso está en los diseños de Leonardo da Vinci, aún cuando en realidad el ornitóptero de Leonardo no pasa de ser un diseño teórico sin que conste que se hubiera llevado a construir ningún modelo real y mucho menos de levantar el vuelo. Lo cierto es que desde mucho tiempo antes de Leonardo, se habían considerado y realizado intentos para construir máquinas voladoras. Desde la descripción de Icaro y Dédalo que hace la mitología griega, han sido muchos los visionarios que han construido artefactos con los que se creían capaces de levantar el vuelo como si fueran pájaros, aún cuando en la mayoría de los casos, descubrían de forma brusca que la puesta en práctica de sus teorías no se ajustaba a sus predicciones.
Fue precisamente en Córdoba en el año 852 que Armen Firman realizó un salto desde la torre de la mezquita provisto de una especie de alas de madera. Fue uno más de esos ensayos que por poco acabó en desgracia. Uno de los espectadores, el matemático, astrónomo, poeta, químico y humanista Abbas Ibn Firnas (810-817 DC) quedó vivamente impresionado por la gesta de Armén y en especial por el hecho de que las alas de madera habían contribuido a frenar la caída evitando males mayores.
Abbas Ibn Firnas era un inventor de enorme talento y gran prestigio en el Califato de Córdoba. Realizó tablas astronómicas, construyó un reloj de agua y un planetario. Descubrió un nuevo procedimiento para fabricar vidrio a partir de la arena y desarrolló el proceso de tallado del cristal rompiendo el monopolio de los egipcios, que eran los únicos conocedores de esa técnica. Así es que ni corto ni perezoso, y a la edad de 65 años decidió fabricar su propio aparato volador.
A partir de la observación del vuelo de las aves construyó un armazón de madera forrado de seda. En lugar de hacer unas alas o una capa grande, como se había hecho hasta la fecha, Ibn Firnas construyó un planeador de verdad. Una auténtica ala delta con aparentemente algún mecanismo para controlar el vuelo.
Finalmente Ibn Firnas realizó la prueba desde una colina de la Arruzafa (en los arrabales de Córdoba). Evidentemente no hay pruebas de la experiencia, ni restos del aparato (estamos hablando del siglo IX), pero sí que hubo múltiples testimonios independientes de la proeza. El planeador realizó un vuelo largo con una duración de bastantes segundos ( más de 10,según las crónicas).
El aterrizaje en sí mismo no fue un ejemplo de perfección ya que Ibn Firnas se fracturó ambas piernas y la espalda. De todas formas, teniendo en cuenta los estudios de aeronáutica de la época,no lo hizo nada mal. El hombre se adelantó en varios siglos a su tiempo.